Por Esther Muñoz, de Ingeniería sin Fronteras País Vasco.
Un día en El Rodeo (El Salvador), donde han conseguido que la energía que impulsa el agua al tanque de distribución sea energía solar.
Amanece temprano, 5 a.m., me desperezo, me estiro tranquilamente y me levanto para subir al punto más alto del caserío: el tanque que va a distribuir el agua potable al caserío de El Rodeo y la colonia de la Marañonera, 54 metros cúbicos para 84 familias. Desde este punto veo el amanecer cada día, me relajo mirando el horizonte, escuchando los sonidos de la naturaleza, los últimos cantos de los gallos que hace horas que despertaron, los perros contestando los aullidos de algún coyote,… y los pájaros; el cheje, el picaflor, quizás un torogoz, cuya belleza no he podido contemplar. El horizonte rojizo frente al que comienzo cada día son las montañas de Honduras, una frontera protagonista de una historia cercana de la que permanecen heridas abiertas.
Un amanecer en El Rodeo.