Radio Victoria, 30 años. "Defendiendo el territorio y la comunicación comunitaria"

Por Luis González

“Es hora de lanzarse a la conquista de la realidad con armas eficaces. Porque así, en suma, se alcanza el más legítimo autoconocimiento. Tal ha sido siempre el secreto del héroe”

Julio Cortázar

Nota introductoria

Cuando ya estaban terminadas estas reflexiones, sin querer leí en una publicación digital lo siguiente: “El FMLN que ha devuelto a El Salvador a los brazos de ARENA dejó de inspirar a los votantes que creyeron que su vida y el rumbo del país pueden mejorar”. No puedo evitar señalar el sinsentido y la vacuidad de la primera parte de la afirmación pues, en todo caso, lo que el partido de derecha ha logrado es el control de la Asamblea Legislativa por tres años y se prepara para controlar el Ejecutivo por cinco años, con lo cual tendría prácticamente el aparato del Estado en sus manos en ese tiempo, no El Salvador. Ahora bien, para que eso sucediera en la correlación legislativa 2018-2021 (y pueda completarse en el Ejecutivo en 2019) no se puede prescindir de los votantes efectivos de ARENA, que haga lo que haga el FMLN seguramente seguirán vinculados a ese partido (o, en el peor de los casos, al PCN o al PDC). O sea que estos votantes –siguiendo el estilo amarillista del texto comentado— sí que pusieron a El Salvador en brazos de ARENA. Por otro lado, es absurdo suponer que la responsabilidad de impedir que el país sea dominado políticamente y económicamente por ARENA y la derecha empresarial es exclusiva del FMLN. Impedir que El Salvador esté en los “en los brazos” de ARENA es una responsabilidad que atañe a muchos, incluido el FMLN. Por decencia y rigor, no para diluir responsabilidades, es que se debe realizar un examen amplio y detenido de todos los factores que hicieron posible el desenlace electoral del 4 de marzo y que están abriendo las puertas a una hegemonía política de ARENA a partir de 2019. Hacer del FMLN, en concreto a su dirigencia, el único responsable de esta situación aunque sea provechoso para quienes quieren vengarse de agravios reales o imaginados, impide hacer visibles a todos aquellos actores que también contribuyeron, por acción o por omisión, para devolver a “El Salvador a los brazos de ARENA”.

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Aunque los resultados finales de las elecciones del 4 de marzo aún están pendientes, lo que se tiene hasta ahora es suficiente para que en el FMLN (y también en el gobierno) se tomen decisiones importantes, a partir del resultado que le atañe más directamente: la drástica reducción de su caudal electoral en lo que se constituyó históricamente como su “voto duro”, y que incluso en las elecciones de 2012, pese a una disminución significativa, le permitió mantener una cuota de diputados con la que pudo seguir siendo una fuerza política capaz de incidir en la dinámica legislativa. Ese voto duro se ha erosionado, y como resultado de ello la fracción de diputados y diputadas del FMLN será más débil que nunca en el marco de una Asamblea dominada por un bloque de derecha, liderado por ARENA, que concentrará en sus manos prácticamente todo el poder legislativo.

Visto esto en la perspectiva del último año de gobierno del Presidente Salvador Sánchez Cerén y de las elecciones presidenciales de 2019, es evidente que ARENA (y la derecha) tiene una enorme ventaja de cara a esas elecciones, a partir de las cuales (de conquistar ARENA la presidencia) seguramente se dará marcha atrás a los cambios que no sin dificultades han impulsado los dos gobiernos del FMLN. El panorama, pues, no es alentador para quienes creemos que hay que seguir avanzando hacia una sociedad más justa, inclusiva y solidaria. La imposición de una hegemonía casi absoluta de ARENA en el aparato del Estado, que se haría realidad si ese partido conquista la presidencia en 2019, debería ser motivo de la mayor preocupación para cualquier persona progresista, que crea que la igualdad, la justicia y el bienestar de la mayoría son metas por las que vale la pena luchar. Con un posible control (casi total) del Estado por ARENA, sumado al control que ya tiene la derecha del aparato económico, “alegrarse” por la derrota electoral del FMLN –y especialmente cuando esta alegría es manifestada por quienes se dicen seguidores de Mons. Óscar Romero, Rutilio Grande o Ignacio Ellacuría— es francamente absurdo. Es una lástima que su recelo, resentimientos y, en algunos casos, odio visceral hacia el Frente les impida caer en la cuenta de lo obscuro del panorama que se vislumbra para sus queridas “mayorías populares”. O peor aún, que crean que el castigo que dieron al FMLN es más importante que aceptar que ARENA y la derecha impongan su hegemonía casi absoluta.

Para el FMLN (y el gobierno) es el momento de actuar con audacia, dando giros e impulsando acciones que incidan en las dinámicas que llevaron a este desenlace electoral y que manden un mensaje a la sociedad, pero en específico a quienes no votaron (o anularon su voto) pese a ser militantes o simpatizantes del FMLN, de que las cosas no seguirán por los cauces seguidos hasta antes del 4 de marzo.

Actuar con audacia, sin embargo, no significa actuar a lo loco o precipitadamente. Hay que meditar sobre aquello que conviene hacer y afinar todo lo que se pueda la puntería. Las decisiones o pronunciamientos no meditados debidamente pueden ser usados por la derecha, envalentonada y con recursos suficientes a su disposición, para ahondar la difícil situación del FMLN. Hay que actuar, eso sí, con audacia y creatividad, sin miedo a poner toda la carne en el asador.

Se impone, antes que nada, reflexionar sobre la erosión del voto duro del FMLN; y es que eso nunca debió haber sucedido pues, desde que ese caudal electoral se consolidó, no sólo daba el partido una cuota de poder firme (legislativo y municipal) sino que era el punto de partida desde el cual lo que se buscaba era sumar votos que como tales eran la ganancia aportada por las alianzas o las figuras emergentes.

Entonces, en el horizonte de desafíos inmediatos del FMLN (y del gobierno) lo que aparece sin ningún género de dudas es la reconquista de esos ciudadanos (votantes) que se perdieron en esta elección y que no son de derecha. A ellos resulta útil aplicarles la hipótesis del “voto de castigo”, ya que es presumible que decidieron anular su voto o no votar por estar contrariados, tener un malestar o rechazar algo de su partido. Esa hipótesis ciertamente no explica todo lo sucedido en las elecciones del 4 de marzo, pero es razonable como explicación de lo sucedido con quienes, siendo militantes o simpatizantes del FMLN, decidieron no apoyar a su partido en esta jornada electoral.

Una tarea de análisis que se impone es escudriñar las razones por las cuales esos militantes y simpatizantes1 tuvieron el comportamiento referido. Si se le atina a esto, quizás ello le permita al FMLN (y al gobierno) tomar las medidas correctivas en lo que queda para las elecciones de 20192. Sin ser exahustivos, y de manera muy gruesa, se pueden identificar tres posibles razones que alimentaron la decisión de no apoyar al FMLN en estos militantes y simpatizantes (que ciertamente no son un grupo homogéneo ni en su composición social ni en sus ideas).

En primer lugar, están quienes no apoyaron al partido por considerar que éste (y el gobierno) ha abandonado el proyecto socialista y se ha acomodado al orden neoliberal3. Se trató aquí de un castigo por razones ideológicas. Se debe identificar a estos sectores (en los que hay no sólo militantes, sino también simpatizantes), pues determinar su número y su peso simbólico es clave para atender sus preocupaciones y sumarlos de nuevo al proyecto. Muy cerca de este sector está el de los militantes que se han sentido excluidos de las decisiones políticas que se toman en el partido, en concreto en las decisiones que se toman para la selección de candidatos para cargos de elección popular. Aquí hay un malestar con las instancias de dirección partidaria, en sus diferentes niveles, al que conviene prestar atención, pues hay indicios de que tuvo repercusiones en el comportamiento electoral de la militancia en el ámbito local.

En segundo lugar, están quienes (como militantes o simpatizantes) se han sentido ninguneados, maltratados y excluidos por titulares, vice titulares y mandos medios que llegaron a cargos institucionales en los gobiernos del FMLN. No hay una contablidad exacta de esos casos, pero las (malas) experiencias abundan: militantes y simpatizantes del FMLN que tenían un empleo e incluso cargos de jefatura en instituciones públicas desde antes de 2009 fueron maltratados, ninguneados y excluidos por quienes ocuparon cargos superiores con Funes; y lo mismo hicieron varios de los que ocuparon cargos superiores con el Presidente Sánchez Cerén: no dudaron en ningunear y hacer a un lado a militantes y simpatizantes del FMLN que ya estaban ahí y que ocupaban puestos que fueron llenados, tras el desplazamiento de aquéllos, por mandos medios del agrado de los nuevos titulares (en varios casos, con ninguna trayectoria de compromiso ni con la izquierda ni con el partido). Como agravante de esto, se ha hecho presente la ostentación de privilegios (relacionados con ingresos muchas veces desproporcionados) que han sido ofensivos para militantes y simpatizantes con ingresos precarios o sin ingresos fijos, dada su inestable condición laboral.

Lo irónico de esto es que ese ninguneo y esas actitudes excluyentes no sólo han caracterizado a gente no vinculada al partido que ocupó (y ocupa) cargos de nivel medio y superior, sino a gente del partido que no tuvo el tino de cuidar a militantes y simpatizantes que en momentos críticos siempre dieron la cara por el partido. Porque, en efecto, uno de los nervios del FMLN son esos militantes y simpatizantes que, en los noventa y hasta antes de 2009, aunque trabajaran en un aparato de gobierno controlado por ARENA, se la jugaron por el FMLN, aún a costa de correr el riesgo de perder sus empleos. Hay que incluir aquí a militantes y simpatizantes fuera del aparato de gobierno que simplemente fueron ignorados por quienes, camaradas suyos, se apoyaron en ellos para acceder a cargos públicos a nivel departamental y municipal.

En tercer lugar, están quienes no apoyaron al FMLN porque simpatizan con Nayib Bukele, lo cual les llevó a atender su llamado a no votar o a anular su voto, en una clara invitación dirigida a militantes y simpatizantes del FMLN. Quizás el llamado tuvo más impacto en estos últimos, pero no es descabellado pensar que entre los primeros hubos quienes fueron tentados por la invitación. Hay que recordar que en la “ruptura” de Bukele y el FMLN uno de los temas que salió a relucir fue la identificación que hizo el alcalde capitalino entre el FMLN y ARENA, lo cual significaba una dura crítica para el Frente que situaba a Bukele en una postura más radical de izquierda pues, en el contexto de su crítica, ARENA era (¿es?) lo peor que podía existir. Este planteamiento se acompañó con la tesis de una innovación de la política tradicional, para la cual la clave era el cambio generacional. El éxito de esta propuesta entre sectores jóvenes (y no tan jóvenes) simpatizantes activos o potenciales del FMLN no se puede negar. Su número efectivo se desconoce, pero su contagio, por ejemplo, en la Facultad Multidisciplinaria de Occidente de la UES (y no sólo entre alumnos), es inobjetable.

Que quienes, atendiendo el llamado de Bukele, no votaron o se abstuvieron de hacerlo con la intención de castigar al FMLN terminaran por favorecer a ARENA y a la derecha más rancia (o sea, a lo peor de lo peor, en el enfoque crítico de Nayib Bukele cuando comenzó su ruptura con el FMLN) es otra historia, que hace parte de las paradojas de este país. Lo mismo que hace parte de las paradojas nacionales el que personas que se dicen seguidoras de Mons. Romero y los mártires de la UCA “celebren” que el partido fundado por el asesino de Romero y el partido que auspició el asesinato de Ellacuría y compañía esté en camino de controlar (casi en su totalidad) el Estado salvadoreño. Definitivamente, odian al partido equivocado4.

Por último, están quienes, siendo simpatizantes o militantes del FMLN, no asistieron a las urnas por miedo a las pandillas (porque recibieron amenazas directas o por rumores). En lo que concierne al FMLN y al gobierno este es un asunto que debe ser examinado con el mayor detalle no sólo por razones políticas, sino por un interés nacional. De hecho, debería ser tema de análisis por parte de todos los que dicen que les preocupa el bien común, aunque se opongan el FMLN. En el mismo sentido, debe ser tema de preocupación nacional el que las alcaldías se puedan convertir en espacios en los que se favorezca al crimen, pues –si eso llegara a suceder— la sociedad en su conjunto saldría perdiendo, no sólo los efemelenistas.

Dicho lo anterior, lo que sigue son las decisiones que se tendrán que tomar tanto en el FMLN como en el gobierno. La audacia, repetimos, debería ser el criterio orientador. Una audacia, que por cierto, no es ajena a la tradiciones de lucha del FMLN desde la guerra y luego cuando se convirtió en partido político. Dos grandes acciones se abren como posibles, pese a no ser las únicas.

La primera, reacomodos (se puede usar una palabra más fuerte, por supuesto) en el partido, de forma tal que se mande un mensaje claro a militantes y simpatizantes de que se les ha escuchado. Hay que tomar en cuenta aquí que muchos de los que dieron su voto al FMLN no lo hicieron por estar satisfechos, sino por su fidelidad a “prueba de balas” hacia su partido. Junto con esto, reacomodos en el aparato de gobierno, en primer lugar para mandar un mensaje positivo a militantes y simpatizantes del Frente, pero también a otros sectores sociales ajenos al partido, pero no identificados claramente con la derecha política en ninguna de sus variantes.

Un reto importante en el gobierno quizá sea el de superar ese divorcio entre la gestión pública y el proyecto político del FMLN. El tecnicismo, el afán por los números y las cifras, y el celo burocrático (con el que quiere mostrar una no contaminación política de lo que se hace) se han revelado contraproducentes, además de haber servido de resguardo a quienes, sin identidad de izquierda (no digamos ya, efemelenista) trabajan en el gobierno para sí mismos. Los mensajes, el simbolismo, las ideas… son más urgentes que nunca de parte de la gente que ocupa cargos en el partido y en el gobierno.

La segunda, tomarse en serio los males que traería al país un control del Estado por ARENA y la derecha. Hacer todo lo posible por evitarlo debería ser el norte del FMLN y el gobierno. Y en este esfuerzo deberían estar todos los que no deseen ese desenlace. Lo cual quiere decir abrirse a un proyecto de amplia participación que incluya, sin pretensiones hegemónicas de nadie, un abanico de fuerzas políticas, sociales, culturales e intelectuales. Una especie de Bloque Político Social Popular en el cual la lucha político electoral esté presente, pero no lo sea todo. A nivel político, quizás el soporte más efectivo sea una gran coalición que incluya, en principio, al Movimiento Nuevas Ideas (de Nayib Bukele), al CD y al FMLN, y a lo mejor también a GANA. Como en muchas crisis, las oportunidades nunca faltan: quizás pueda nacer de aquí un bloque de izquierda y centro izquierda que, a la manera de la Concertación de partidos por la democracia en el Chile de la transición, nos permita avanzar hacia un nuevo proyecto de país después de 25 años del Acuerdo de Paz. A nivel social popular se trataría de articular eficazamente al movimiento popular progresista con las metas políticas del partido, sin caer en el instrumentalismo, pues de lo que se trataría es de potenciar a ese movimiento popular en sus demandas y propuestas.

Por último, una iniciativa como la propuesta no debería ser descartada por herética, que ciertamente lo es. Pero las herejías siempre han dado vitalidad a la izquierda y le han permitido actuar con audacia ante situaciones difíciles. Asimismo,todos los que acuerpen un proyecto de esta naturaleza deberán saber que los une un objetivo mínimo común, y que al asumirlo renuncian a maximalismos ideológicos y políticos. Desde nuestro punto de vista, si esto se asumiera como posible en el FMLN, la tarea de llevarlo adelante debería recaer en sus líderes de mayor sabiduría, experiencia y credibilidad ante propios y extraño, y quienes, si son elegidos para ello, deberán dedicarle sus mejores energías.

San Salvador, marzo de 2018

Notas

1 Se habla aquí de militantes y simpatizantes porque estos últimos han sido y son no sólo parte del caudal electoral del FMLN, sino agentes activos en la defensa de los intereses e ideales del partido. Es importante restituir a los simpatizantes del FMLN el valor que se merecen, pues en las grandes jornadas electorales han trabajado hombro a hombro con los militantes del partido como iguales en compromiso y responsabilidad.

2 Pero no sólo hay que pensar en 2019, sino en el futuro del FMLN como una fuerza política significativa. En tres años habrá de nuevo elecciones legislativas y municipales y el FMLN no puede perder vista la necesidad de prepararse de la mejor manera para recuperar una cuota de diputados que haga el balance en la Asamblea Legislativa. Sin la recuperación de su voto duro eso no será posible.

3 Quienes pertencen a este sector deben ser conscientes que no representan a la totalidad de militantes y simpatizantes del FMLN, entre quienes hay personas que no comparten su radicalismo ideológico, pero de las cuales el Frente no debe prescindir (como no lo hizo en los años ochenta, durante la guerra civil).

4 Quien esto escribe jamás disculpará a ARENA y a la derecha los asesinatos de Romero y los jesuitas de la UCA, y sí está dispuesto a disculparle al FMLN errores y fallas que no se asemejan a esos crímenes horrendos, y a otros muchos que causaron la muerte de personas inocentes e indefensas. Eso no impide la crítica. Sí excluye el rechazo visceral, que es justo el que romeristas y ellacurianos deberían mostrar ante ARENA y la derecha. Pero ahora parece ser que odian al FMLN y se congratulan de su fracaso, y del subsiguiente ascenso de ARENA.

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